lunes, 10 de septiembre de 2007

23. Anorexicamente correcta

Estaba desbarrancada pero no podía notarlo. Aún así, dentro del despliegue de maldad y hambre sabía que tenía mis propios límites para respetar. Vivía basada en aquellas dos leyes que había inventado para mi mundillo hambriento, pero aún así había algo mucho más poderoso que mis reglas y eran mis padres. Nunca pude contra ellos porque en realidad nunca quise ir en su contra. ¿Cómo puedo no ser condescendiente con la gente que me hospeda en su casa? Así los sentía: las palabras “papá” y “mamá” ya no salían a borbotones por mi boca, ahora vivía en “la casa de mis viejos”. No pertenecía a ningún lugar y en ninguno me sentía cómoda.
La universidad se había vuelto un fastidio: mis supuestas amigas (que en aquel momento no lo eran tanto) comenzaba a fastidiarme a diario con miradas inquisidoras ya que ninguna se atrevía a preguntarme si me estaba muriendo definitivamente. Supongo que en estas situaciones siempre es más fácil hacer la vista gorda o mirar para otro lado. Y la gente suele elegir lo más fácil, claramente, porque es lo que demanda menor esfuerzo. ¿Quién podía gastar algo de sus fuerzas en intentar ayudar a alguien que pensaba que no necesitaba ayuda? Bien, nadie; pero eso no lo sabían: ellas no sabían si yo quería, necesitaba o estaba dispuesta a recibir ayuda. Nunca me lo preguntaron y quizás así me facilitaron el camino directo a la perdición.
No podía contar con ellas porque mi mundo era algo excéntrico. No iban a entender mis juegos, ni mis leyes, ni lo mucho que me molestaba que comiesen en frente mío; por eso era mejor dejar de verlas tanto y por eso necesitaba irme a vivir sola. Ya no quería tener que estar inventando que iba a dormir a lo de Pilar o María o Dolores o quién fuera: necesitaba mi propio departamento. En mi casa se estaban viviendo momentos de agobiante tensión que ni mi cuerpo ni mi alma podían soportar y a la vez, sentía que estaba matando a mi padre y desahuciando a mi madre. Mis hermanos nunca se enteraron de nada de lo que estaba pasando, mi diálogo con ellos era casi nulo en ese entonces. Mejor no involucrarlos, son chicos. Ana me había convertido en una marginal o yo había elegido serlo con tal de serle fiel a mi diosa adquirida, me escondía de mis padres porque quería evitar peleas, me escondía de mis amigas porque quería evitar que se dieran cuenta de todo lo que me estaba pasando… ¿qué me quedaba? La respuesta a todos mis problemas: Alejandro. Me iba a refugiar en él, una vez más.
No iba a ser tarea fácil volver a verlo porque ya estaba viviendo en Monte Grande con aquella mujer y su hijo, así que pensé que no iba a ser bien recibida en aquella casa. De todas maneras, por aquella época ya mantenía un dialogo mucho más fluido con Alejandro y nos habíamos vuelto a ver espontáneamente.
Una noche de octubre que más parecía diciembre por lo calurosa, salí con Dolores y Pilar a tomar algo cerca de Palermo. Una vez ahí Alejandro me llamó por teléfono y me dijo que estaba con su amigo Petho, que nos podíamos encontrar todos. Me pareció una idea fantástica así que manejé hasta Plaza Serrano con mis amigas en el auto. Cuando lo vi estaba sentado en una mesa con una cerveza en la mano. Lo acompañaba Petho, un personaje de mi pasado de chat, a quien no veía desde 1999 en aquella maldita reunión de chat donde lo había conocido a Alejandro. Saludé a Hogweed primero y luego a Petho, quién dijo entusiasta: “¡Clarita! ¿Cómo andás?”. ¡Si supieras, Petho, lo lejos que estaba Clarita aquella noche!
Pilar, Dolores, Ale, Petho y yo estábamos sentados hablando de temas estúpidos que solo pueden tocarse los sábados por la noche, cuando de repente Alejandro hizo una observación: “miren, en la mesa de al lado hay una parejita que recién se conoce; apuesto a que hicieron una cita a ciegas y se conocen del chat”. Dolores y Pilar son únicas, nunca tuvieron problemas para dialogar con extraños, para robar por minutos gorras, anteojos o cualquier otro accesorio masculino con tal de atraer atención. Así, dignas a su estilo, le hablaron a la pareja al lado nuestro: les preguntaron si se conocían del chat y dijeron que sí, que hoy era la primera cita. Aquello fue para mí un baldazo de estalactitas puntiagudas todas sobre mi sien: pensé en advertirle a aquella desconocida que no se metiera con gente del chat, pero ¿qué le iba a decir? Además me ganó Alejandro: “nosotros también nos conocimos por Internet, hace ya cinco años”. Dolores y Pilar aplaudieron con ganas y cantaron graciosamente: “¡piquito! ¡piquito!” pidiéndoles que se dieran un beso. La mujer se mostró algo insegura y su pareja se inclinó sobre la mesa y le dio un beso. Todos aplaudimos, nos reímos con ganas y solamente yo me sentí hundida en un frío polar que me obligó a ir al baño donde había paredes y me iba a resguardar un poco del clima que solo yo sufría a causa de mi falta de calorías.
Cuando volví del baño noté un ambiente extraño en la mesa. Un par de horas más tarde, Alejandro me dijo si quería irme con él y accedí. Antes de irme, Dolores me dijo: “hablé con Condorito, después te cuento”. No entendí lo de Condorito, así que me fui con Ale a lo de Petho. Obviamente él no quería que fuese a su casa y conociera a su perfecta familia de cartón, con su esposa trabajadora y su hijo adoptado. Así que fuimos a lo de Petho. A la mañana siguiente, me despedí y volví a casa intentando recordar qué me había dicho Dolores, pero sin éxito. Cuando llegué a casa la encontré en el chat y eso me aclaró las cosas.
jirafa extranjera dice:
Después te tengo que contar lo que hablé con Condorito
Lagrima dice:
¿Quién es Condorito?
jirafa extranjera dice:
Alejandro
Lagrima dice:
¡Contame ya! Me muero de intriga, dale.
jirafa extranjera dice:
Yo estaba un poco borracha y suelto fácil la lengua. Le pregunté si te quería y me dijo que sí. Y yo le dije que para mí era un aprovechador de gente, porque no pensaba en vos, o sea, que está con vos y no sabe lo que significa para vos. También le dije que el amor implicaba respeto; me dijo que te respeta y que vos sos adulta y podes tomar tus propias decisiones. Igual re metida porque cada relación es un mundo y no me tengo que meter pero bueno, yo te quiero y no te quiero ver mal. Y le dije que no te dijera que estabas gorda y fea porque él es gordo y feo, no vos.
Lagrima dice:
¿¿¿Le dijiste q era feo y gordo???
jirafa extranjera dice:
No se lo dije tan directamente, pero digamos que lo rebajé bastante. Cree que tiene todo claro y no es así; es pendejo y no sabe cómo manejarse.
Lagrima dice:
¿Hablaste algo más?
jirafa extranjera dice:
Sí, me dijo algo más pero de eso quiero hablar con vos personalmente.

A partir de ese día mi vida consistía en evitar a Dolores; no quería enterarme de que Alejandro había dicho algo malo de mí o respecto de mi anorexia. Rezaba anónimamente a cada minuto para que todos mis planes siguieran durmiendo en la oscuridad de la ignorancia. No quería que nadie supiera lo que estaba haciendo, planeando o imaginando. ¿Qué era tan terrible que Dolores quería hablarlo personalmente conmigo?
Una mañana en la universidad, Doli me tomó desprevenida y con sueño. “Tenemos que hablar” me dijo. Mi mundo tembló. En aquel momento quise ser gorda y no haber conocido jamás a Alejandro ni a Ana ni a la UCA. Dolores enmarañadamente me comentó que ya sabían todas acerca de mi enfermedad. “Sabemos que estás enferma, que vomitas, que no comes, que tomas pastillas. Lo único que quiero decirte es que confíes en nosotras y que te queremos muchísimo y que no queremos que te pase nada malo. Buscá ayuda, por favor. Entendemos lo terrible de tu situación y queremos ayudarte. No nos aisles. Mi prima hace diez años que está internada con bulimia y anorexia y se está muriendo. Era hermosa y ahora es simplemente un vegetal, está completamente loca. Nos tiene hartos a toda la familia, vos no sabés lo que es. No quiero que te pase eso, por favor cuidate”.
Me quedé helada. Nunca me hubiera esperado esa sinceridad brutal. Le dije que no sabía de qué estaba hablando: “¿Vos me ves esquelética a mí? No. Así que no tenés de qué preocuparte. Por favor, en serio, ocúpense de sus cosas y dejen que de las mías yo me haga cargo. El día que me vean mal o muriéndome dígame algo, pero ahora que estoy buscando mi bienestar, por favor, no me molesten. Te agradezco muchísimo esto pero no necesito ayuda y estoy espléndida. ¡Gracias de todos modos!”. Mentira, me sentía terrible. Dolores se fue cabizbaja y yo corrí a llorar al baño, donde me encerré por quince minutos: decidí que ahora que se habían metido en mi vida mi anorexia iba a tomar control total de mi vida y que no iba a parar hasta pesar cuarenta kilos. Aquel intento de ayuda solo había concebido un monstruo aún más poderoso dentro de mi cuerpo y mi malgastado cerebro: ahora iba a ser más dura que nunca. Ahora iba a ser la mejor anoréxica del mundo.
Aquella tarde cuando llegué a casa hablé indignadísima con Alejandro. Le conté lo que me había dicho Dolores y me llevé una desagradable sorpresa: él tenía más información que yo respecto de eso. Me dijo que cuando yo subí al baño aquella noche, Dolores le contó que yo estaba anoréxica y él había accedido a contarle su parte de la historia. Me dijo también que pronto Dolores confesó que habían llamado a mi casa. ¡Habían llamado a mi casa! “Y más de una vez –me explicaba Alejandro- llamaron para preguntarles a tus viejos si te veían comer y para decirles que están muy preocupadas por vos”.
Los insultos salieron de mi boca como vómito cósmico mezclado con mucha agua. Me invadió de pronto una impotencia escalofriante: ¿qué iba a hacer? Les dieron aviso a mis padres, ahora no tengo dónde esconderme. Necesito desaparecer o morirme: las estúpidas que se hacían llamar mis amigas me habían complicado la vida eternamente. Me las iban a pagar muy caro.
Según Alejandro mis padres les dijeron que se quedaran tranquilas, que yo en casa comía, lo cual era cierto. Yo podía pasar noventa y ocho horas sin comer pero si mis viejos me miraban raro, hacía mi mejor esfuerzo por complacerlos a la hora de la cena (y no es que me costara… ¡estaba desahuciada de hambre!). Así que pronto empecé a cenar con ellos todos los días para que las cosas se calmaran y en consecuencia empecé a vomitar cada cena después en la ducha mientras me bañaba. No iba a permitir que Dolores y compañía se salieran con la suya, no.

28 de octubre de 2003
Hogweed dice:
¿Vas a contarme qué pasó?
Lagrima dice:
Es largo, después te cuento. Lo único que te puedo decir es que me tienen cagando con las comidas y todo eso. Están haciendo que todo empeore. Y mi viejo está mal, por culpa mía. Se metieron con mi viejo que tiene un infarto encima. No tuvieron ni un poco de consideración, no lo pensaron. Un minuto de análisis ¡por favor!
Hogweed dice:
Yo no lo hubiese hecho pero hablar con vos, si se me complica a mí, me imagino a ellas...
Lagrima dice:
Es algo que tengo que resolver yo. No tengo diez años, ya es obvio que no hago lo que me indican. Hago lo que me parece que es mejor para mí. ¿Por qué pensaron que iban a lograr algo hablando con mis viejos? Lo único que consiguieron fue crear un caos en casa y que yo raje y no esté nunca acá.
Hogweed dice:
Mostrales que lo podés manejar y todo va a volver a estar OK, o mejor quizás
Lagrima dice:
Sí, no es tan simple. Quisiera tener la certeza de que a partir de ahora las cosas que te cuente quedarán entre nosotros. Sea lo que sea. Porque si tengo que limitarme hasta con vos ya sería el colmo.
Hogweed dice:
Son las desventajas de crecer y empezar a tener complicaciones pero ¡ojo que está bueno! Enfrentar "situaciones límite" es una de las formas en las que surge el pensamiento, la filosofía...
Lagrima dice:
Cuando está en juego la salud filosofar no resulta tan divertido, no está "tan bueno".
Hogweed dice:
¿Tu salud está en juego? Pero si vos lo tenés controlado... ¿o no?
Lagrima dice:
No seas irónico, no hablaba de mí salud. Ayer a mi viejo lo vi mal. No sabe bien qué me pasa pero hoy me dijo: "Cieli, no estés mal... que me pongo mal yo”.
Hogweed dice:
Bueno, te ocupa tranquilizarlo ahora. Mostrale que tenés todo "controlado" como me lo aseguraste a mí pero tratá de que él te crea
Lagrima dice:
¿Vos no me crees?
Hogweed dice:
¿Que lo tengas controlado? No.
Lagrima dice:
¿Te parece que ni siquiera soy capaz de controlar esto?
Hogweed dice:
Te creo capaz de mucho más pero me parece que el primer paso es asumir qué te pasa y no lo hacés.
Lagrima dice:
Habértelo contado es asumir lo que me pasa. Si hubiera sido grave no te lo habría contado.
Hogweed dice:
Si fuese grave y no me lo contás quiere decir que no confiás en mí tanto como me asegurás
Lagrima dice:
De hecho te lo conté y vos se lo contaste a otras.
Hogweed dice:
Y si asumís que te pasa, no veo por qué tenés que escondérselo a tus viejos. Y estás equivocada: no se lo conté a otras, porque las "otras" lo saben hace tiempo
Lagrima dice:
Lo sospechaban, manejaban hipótesis. Vos confirmaste todo. La culpa es mía por hacer que se junten mis mundos, no tienen ni que conocerse mis amigas, mis viejos y vos.
Hogweed dice:
Manejaban algo más que una hipótesis si fueron a hablar con tus viejos
Lagrima dice:
Fueron a hablar con mis viejos colgadas de un hilo, porque no sabían nada con certeza.
Hogweed dice:
Aunque yo no hubiese existido, con tus viejos iban a hablar igual. Cielo... no subestimes ni a tus amigas ni a tus viejos
Lagrima dice:
Igual no entiendo por qué no lo consultaron conmigo antes de mandarse tremenda cagada.
Hogweed dice:
Ese es otro tema y comparto tu opinión
Lagrima dice:
Ahora ni estoy con ellas, no quiero saber nada. Bueno, ya está. Ahora hay que arreglar todo acá en casa.
Hogweed dice:
¿Por qué no enfrentás la situación con todo y punto?
Lagrima dice:
"Aunque me odies, me quieras matar y no me hables más en tu vida si te veo mal voy a seguir hablando con tus viejos"- me dijo María. Ellas me subestiman a mí.
Hogweed dice:
Me pone mal que pienses que te defraudé
Lagrima dice:
Si estás tan seguro de que lo que hiciste fue correcto, entonces me vas a convencer tarde o temprano.
Hogweed dice:
¿Cuando nos veamos vas a venir dispuesta a soportar mi batería de inquisiciones?
Lagrima dice: Mmmm... Voy dispuesta a que me convenzas.
Hogweed dice:
No voy a hacerlo, a no ser que un par de mordiscones ayuden

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