lunes, 10 de septiembre de 2007

37. El frio del sacapuntas

Auto-mutilación, así la llaman en Internet. Sí, tengo la maldita manía de investigar cualquier cosa que hago o me pasa. Me interesé en el tema y descubrí con verdadero asombro que no era la única que lo utilizaba como método de sustento, como manera de seguir viva sin que te consuma el dolor.
SI o Self- Injure, así lo denominan en inglés. Hay muchísima información dando vueltas por la net. En aquel momento me sonaba desconocido y sin embargo la auto-mutilación no era tan nueva. Es un método de compensación, puede llamárselo así. Me enteré de que está muy relacionado con los desórdenes alimenticios y los comportamiento adictivos y que aunque no es socialmente aceptado es más común de lo que imaginé. Muchos lo catalogan como una necesidad de atención o manipulación pero es antes que nada la expresión interna de un grito interno.
La autodestrucción puede tratarse de cortes, quemaduras, rasguños y pueden ser vistos como una forma de expresar el dolor – una forma no verbal de comunicación donde los sentimientos son externalizados a través del cuerpo donde podran ser tratados e un modo más visible.
El acto de mutilación puede ayudar a una persona a liberarse de un sentimiento intenso de rabia, tristeza, soledad, vergüenza, culpa y/o dolor emocional. Mucha gente qus se corta lo hace como un intento de liberar aquellas emociones que están sintiendo y sin embargo no pueden expresar. Yo particularmente me sentina tan muerta que ver salir la sangre me ayudaba a darme cuenta de que realmente estaba viva.
Cualquiera sea la forma de auto-mutilación que se use se siente después paz y calma. Como esos sentimientos son solamente temporarios, la persona va a seguir lastimándose hasta que realmente empiece a tratar con los verdaderos problemas que hay dentro y encuentre forma más sanas de aliviar la pena.
¿Por qué una persona querría lastimarse a sí misma? ¿Por qué una persona querría dejar de comer? Son las mismas preguntas de siempre. Hay muchas maneras de abusar de uno mismo y la anorexia también es una de ellas. Las personas encuentran en el auto-abuso una paz que ninguna otra cosa les da. Les permite aliviar los sentimientos y emociones e incluso huir de ellos. Si los individuos sienten odio contra si mismos la cortarse sería la manera de sacar todo ese odio de adentro. Quizás se digan a si mismos que son feos, que son inútiles, que nadie los quiere. El dolor que nos pueden causar nuestras propias palabras no tiene límites.
La historia de las cortaduras puede significar "necesito atención" o quizás "necesito ayuda". La persona que se corta no quiere matarse, pero si quiere que se le preste atención, que se le escuche. Es importante saber lo que estamos haciendo, pero más importante es saber por qué lo estamos haciendo. Nadie se comporta mal porque sí y si nos cortamos es porque sentimos que hay algo positivo en el acto.
Así como los desordenes alimenticios se usan para aliviar la pena interna, el acto de cortarse o quemarse tiene el mismo fin: ayudar al individuo a tratar con esa pena interna. La auto-mutilación es probablemente la menos entendida de las formas de autodestrucción y hay muchos mitos asociados con ella, lo cual hace que la gente se sienta avergonzada de pedir ayuda o de hablar sobre ello. Muchas de las personas que se cortan son perfeccionistas y no son capaces de manejar sentimientos intensos, tampoco saben describir sus emociones verbalmente, no les gustan su forma de ser o su cuerpo y pueden experimentar cambios en el humor muy repentinos. Pueden cortarse como una manera de expresar sus emociones y sentimientos, o como castigo.
No estaba sola. Encontré en un buscador de Internet, además de muchísima información, algunas páginas con fotos de brazos y piernas y estómagos cortados. Gente que solía hacerlo como método para aliviarse y que pensaban, como yo, que no tenía nada de malo. Es decir, sabía que lo que estaba haciendo no estaba bien, pero de nuevo era aquello o vivir muriendo. Prefería, a decir verdad, vivir cortada. Lo mantuve en secreto hasta que una noche cuando vino Néstor a hacer su rutina de tratamiento psicológico exploté. “Nadie sabe cómo me siento. Todos dicen que sienten mucho lo que me pasó para nadie sabe realmente cómo se siente estar muerta. Néstor, no sabés lo que es sentirse muerta. Tener que ver sangre para saber que aún estoy entre lo vivos. Vos no sabés lo que es, nadie puede entenderme”. Entre lágrimas y ahogos intenté explicarle mi indignación: “porque ya me están creciendo el pelo y las cejas la gente piensa que estoy mejor. ¿Cómo puede alguien pensar que soy feliz? ¿Cómo pueden decirme que me ven mejor y que pronto todo va a pasar?”.
Néstor me miraba con tranquilidad, con ojos calmos que inspiraban ternura. Casi podía escucharlo diciéndome “te entiendo”. Sabía que él sí me entendía, pero aquello también me llenaba de rabia: que solo me entendiese porque era un diagnostico más del DSMV. Exploté, ya no lo soporté. “¡¿Qué les hace falta Néstor para entenderme?! ¡¿Tienen que verme sangrar?!” y mientras terminaba esa frase me arremangué la camisa. Néstor abrió los ojos como platos y me volvió a acomodar la ropa. “Cielo ¿tu mamá vio eso?”- me preguntó. Llorando le contesté que no y volví a arremangarme para ver las marcas en mis brazos: sangre coagulada, decenas de profundísimos tajos que centímetros más profundos pudieron haberme quitado la vida.
Le dije a Néstor que iba a intentar parar, le prometí que iba a buscar otra forma de aliviar mi dolor. Me dijo que podía llamarlo en cualquier ocasión y que era mejor hablar que sangrar. Sí, te escucho, pero sigo sin entender cómo hablar puede sacarme la basura que tengo adentro.
No solo no paró sino que mis cortaduras eran cada vez más profundas y se aparecían más a menudo. Era adicta, no había día que no lo hiciese. Lo necesitaba, como a la comida. Sí, comía como una persona normal, lo que me llevó a recuperar aquellos kilos que habían desaparecido durante mi etapa anoréxica. Tampoco vomitaba, porque era consciente de que podía vomitar también las pastillas que tomaba y definitivamente no quería sentirme peor; en caso de que esto último fuera posible.
Me uní a un grupo de self-injurers, de gente que se cortaba. Allí conocí a mi amigo canadiense, Ammar. Lo que él hacía era bastante leve en comparación con otros (cada tanto un miembro desaparecía y lo dábamos por internado o muerto). Él usaba escarbadientes para pincharse las encías hasta que sangraran. Eso lo dejaba tranquilo. Pronto dejó de hacerlo del todo y me convenció para que dejase de cortarme. Con sorpresa encontré a mi amiga Rach de Australia en el mismo grupo (aquella chica que ibamos a llamar para el documental de anorexia). Ella también se cortaba, pero me daba muchísimo miedo. No solo se cortaba sino que después prendía una vela y calentaba pequeños pedazos de metal y se quemaba las heridas.
Todos éramos suicidas sin éxito (incluso Rach y Ammar) y nos odiábamos a nosotros mismos y sin embargo, encontrábamos en el grupo de “auto-mutilación” algo de compañía, apoyo y entendimiento. Ojalá jamás se acabaran esos grupos. Creo que hay que conscientizar a la gente de que aquellos grupos no son negativos. Sí, en muchos se dan consejos acerca de cómo y dónde cortarse para provocarse la muerte, pero muchos de ellos, los más serios, solo cuentan sus vivencias y las comparten. Es una especie de alcohólicos anónimos pero muchísimo más anónimos.
A menudo cuando me cortaba pensaba en el mucho mal que seguía haciéndome Alejandro. Él no había aprendido, no había entendido. A decir verdad, siempre entendió todo y no se hizo cargo de nada. Ojalá hubiera podido cortarlo a él, que era quien realmente se lo merecía. Él merecía ver su sangre desparramada y a continuación llorar envuelto en papel higiénico hasta quedarse dormido a causa de los medicamentos.
Había desaparecido. ¿Cómo pudo haber desaparecido? ¿Cómo podía dejarme sola, tan sola? Estaba internada y no había venido a visitarme (sí, después me enteré de que fue el primer día, pero no cuenta). Ni siquiera hablaba por teléfono conmigo ni con mis padres para saber si seguía viva. Nunca se comunicó, nunca le interesó, simplemente optó por darse a la fuga. Y hubiera estado bien si desaparecía del todo, pero eventualmente volvió, como siempre.
Lo conozco: si las cosas se ponen toscas desaparece mágicamente para volver con los vientos calmos, cuando pasó la tormenta. Así funciona su modo operativo y así iba a hacerlo volver. Perdí muchísimas cosas con mi “muerte” pero no la capacidad de manipular a la gente. En mayo, después de un mes de estar internada le mandé un email pidiéndole que apareciera: “Ayer encontré una conversación nuestra del veintitrés de abril, no tenía idea de que hubiéramos hablado. Conectate, hablame. Aparecé, flaco. Aparecé. Necesito verte, quiero hablarte. Sabés que te quiero mucho. No lográs nada así”.
No tuve respuesta alguna, así que seguí presionando sus botones, sabía que tenía que hacerlo reaccionar: “Me estás lastimando mucho y no te das cuenta. Abrí los ojos. Mirame, tocame. Soy real. Te amo y estoy acá. Quiero escucharte. No me prives, no me censures, no te escapes: esta realidad existe”.
Básicamente quería escucharlo decir “lamento lo que te está pasando, voy a ir a visitarte”. Eso me hubiera hecho feliz. Me contestó con un email lastimero, paupérrimo: “No lo sientas como abandono o desapego. Vas a tener que entender que es lo mejor para ambos. No quisiste darme los números de tus viejos, ni de tu psicólogo ni de tus amigas. No me diste la posibilidad de intervenir antes. Cuando estés mejor nos vamos a ver de nuevo pero antes no”.

De: Cielo
Para: Alejandro
Mayo 2004
No podes seguir escondiéndote, es estúpido. No sos el hombre que conocí. ¿Qué pasó? ¿Por qué no me querés ver? ¿Te asusté? ¿O no te gusta mi no- pelo? ¿Qué pasa? ¿No soy lo suficientemente buena para vos? ¿No soy lo suficientemente flaca? ¿No soy lo suficientemente inteligente? ¿Qué mierda pasa? ¿No estoy lo suficientemente muerta?
***
Planeaba mi suicidio nuevamente y quería verlo por última vez. Por eso mi necesidad. Quería verlo, quería tocarlo, necesitaba sentirlo cerca. El primer mes de internación había quedado atrás y Alejandro no me respondía los correos electrónicos: comenzaba a perder lo poco que me quedaba de cordura. Pronto me encontré escribiendo cartas justificando mi próxima muerte. De aquellas, solo un fragmento:

“Me muero porque ustedes no me dejan tener vida. ¿Cuál es el valor de respirar? Respirar no es estar vivo. Estoy muerta desde aquel día y algunas personas me fueron matando de a poco. No lloren porque me fui hoy. Lloren porque me fui hace mucho tiempo. Hace dos meses dejé mi alma. Ahora es tiempo de dejar mi cuerpo, que no tiene nada que hacer en esta tierra.
Me hubieran salvado algunas estupideces, como una visita de Alejandro o un beso de Néstor. Algo como si me hubieran dejado manejar lo poco que me quedaba de vida. Por eso me muero hoy. Porque ya me había muerto y ni siquiera así me dieron la chance de manejarme sola. Ni aún sabiendo que podía volver a costarme la vida.
No piensen, victoriosos, que alguna vez tuvieron el control de mi vida. Jamás. Jamás. Ni siquiera teniéndome encerrada durante dos meses lograron que cambiara de parecer. Tampoco con los medicamentos de Sabrina, ni las dulces palabras de Néstor. No hay nada que hacer. Si estoy enferma, si no como, si me corto, si digo genialidades que no condicen con mi carácter… ese no es un problema mío. Es una virtud, en todo caso y no quiero quedarme acá. Quiero irme. No me interesa seguir esclava en esta mansión de cartón. No me interesa”.
Lo cierto es que estaba enojada con la vida por haberme dado una segunda oportunidad. Aquella noche después de escribir la carta me quedé dormida. Los medicamentos ni siquiera me permitían estar despierta las horas suficientes como para retirarme de esta vida. Ni de decidir sobre mí misma era capaz. Era un verdadero ente encerrado, enclaustrado. Presa.

3 comentarios:

Florr dijo...

Me encanta este libro. Abzurdah me atrajo mucho y quiero terminar de leerlo YA. Gracias por publicarlo !

.- dijo...

Che no es "alejandro" es
ALEJO!

Unknown dijo...

En esta parte es una de las que mas me senti identificada, solo tengo 14 años y me siento tan sola solo necesito algo de cariño :c . soy adicta a este libro :3