lunes, 10 de septiembre de 2007

34. Resurreccion

23 de abril de 2004
No sé por qué estoy viva. La prescripción decía que yo debía estar muerta en este momento. Y estoy sola. No tengo amigas que me vengan a visitar. Solamente médicos, psiquiatras y familiares con caras oscuras.
No estoy muerta, estoy viva. Puedo controlar mi vida, pero no mi muerte. Cuarenta Rivotriles y una botella de vino blanco me iban a matar. Me acosté pensando que no me iba a volver a despertar jamás. Escribí todas las paredes con mensajes, escribí cartas para todos. No quiero que se sientan mal, yo me moría feliz. Yo quería que todo fuera perfecto.
Ahora, cuando me den de alta tengo que ir al departamento y pintar las paredes; ordenar todos los desastres que hice. Borrar las cosas horribles. Mi pelo no lo recupero. La bañadera está llena de pelos, mechones y sangre. Esa Gillette era demasiado filosa. Pero no tanto como para cortarme las venas.
Primero fue la muñeca izquierda. Cuchillo tramontina recién comprado. Filoso. Muy, muy filoso. Nueve fueron los primeros cortes. Una vez que pensé que podía soportar el dolor seguía más abajo. Mis manos sangraban, por supuesto, pero no me desagrandaba como para morirme. De todas maneras era de noche, nadie iba a llamar a casa. Y si no me moría desangrada el rivotril y la botella de alcohol se iban a encargar de llevarme al cielo.
Once chuchillazos desangraron mi brazo derecho. Tampoco fue suficiente. No salía sangre a borbotones. Pero yo lloraba. Lloraba porque me dolía, lloraba porque tenía miedo de no morirme. Lloraba por lo que podía llegar a pasar si seguía viva.
Llegó el turno de la mano derecha. Uno, dos, tres, cinco, seis, ocho cuchillazos en la muñeca. Me dolía demasiado, demasiado como para que los cortes fueran más profundos que eso. Pero sangraban y manchaban las sábanas. Ojalá me hubiera muerto en ese momento. Hubiera sido más fácil haberme clavado un vidrio en la garganta o encerrarme en la cocina con el gas encendido.
Esa muñeca no alcanzó. Me di cuenta que la vena más poderosa es la que está del otro lado del codo... entonces me arremangué la remera ensangrentada y me hice el tajo más profundo de todos, seguido por otro que me llevó al desmayo.
A partir de allí no recuerdo casi nada. Escribí las paredes con cosas horribles. Me paré en frente del espejo y con el mismo chuchillo con que me corté las muñecas y los brazos, me corté el pelo. De a poco, dolorosamente. Valía la pena el sufrimiento. Después vino la Gillete. Me gillettée un poco de piel, corría la sangre por mi cara, pero no me importaba. La sangre se secó en mi cara. ¿Qué importaba? Si en horas iba a estar muerta.
Inconsciente, mucho más tarde llamé ocho veces a Alejandro. Y cinco veces a mi analista. No recuerdo nada de esto, son solo reconstrucciones. Quería avisarles que me moría y que era de noche y que (jaja) no iban a poder hacer nada. Pero soy tan inútil que hasta esto me salió mal.
No sé qué me despertó. Alguna de las chicas de la UCA con el teléfono. María o Pilar. No llamamos a Tessa. No llamamos a Rach de Australia. No llamamos a nadie. Y yo no sé qué día es, ni qué pasó, ni qué va a pasar. Yo estoy internada. Los médicos decidieron que la internación sea en mi casa. No puedo salir de acá si no es acompañada. No puedo estar sola en ningún lugar. Y... chicas las extraño. Las amo.
Voy a pedir licencia para ir a la UCA solamente para hacer lo del documental, necesito hacerlo. NECESITO HACERLO. Y quiero volver a mi casita, pintar las paredes, sacar esos mensajes satánicos que no se entienden... que algunos se entienden y son horribles.
¿Por qué no me morí? ¿Por qué sigo acá?
No sé cómo aparecí en esta ciudad. Me acuerdo que Pilar me acompañó al psicólogo. La llevamos en auto a Pilar a la casa... pero no volví a tener noticias suyas. Mis hermanos no saben nada, piensan que es por moda que estoy toda rapada, sin cejas y ojerosa. Es la muerte que me viene a buscarme, que está cerca, todo el tiempo, con Ana. O quizás la muerte está disfrazada de Ana.
Hoy me sacaron sangre. Cuando le mostré el brazo al enfermero no me hizo ninguna pregunta. Era obvio que me había querido suicidar. Y lo digo honestamente, lo digo orgullosamente: me quise ir de esta vida de MIERDA.
Pilar se fue a su casa, yo dormida volví a la mía. Cuando llegué me fui a dormir, no tenía ya ni ganas de protestar. Cuando me levanté estaba toda mi familia acá: todos mis tíos, mi abuela, mi mamá, mi papá, mis gatos, mi tía alicia, mi tía de brasil, mi prima marina. Había mucha gente en mi casa y yo no entendía nada. ¿Qué hace esta gente acá? ¿Qué vienen a hacer? Parecía un velorio.
Hablé con algunos.
Vino mi psicólogo. Hablamos mucho tiempo tirados en el sillón. Mi internación no sé cuánto tiempo va a durar, hoy lo dirá Néstor.
Mi tía habló con Alejandro y el amor de mi vida se vino desde avellaneda a verme. No me quiso dar un beso en la boca. Supongo que le doy asco, sé que soy repugnante. Parezco la muerte de la pasión de cristo. Soy fea, sin cuerpo. Soy un asco. No soy más linda, no estoy más, no estoy más triste. Toda cortada, pelada, casi asexuada. De todas maneras me prometió que hoy a la noche vamos a salir. Me prometió que hoy a la noche nos vamos a ver. Y eso es lo que me mantiene viva. Eso es lo que quiero para mi vida: estar con él y terminar el documental. Eso es todo lo quiero.
Se fue Alejandro, se fue el psicólogo. Siguieron apareciendo familiares. Iban, venían. A algunos no los vi, porque las pastillas me duermen y me hacen olvidar qué día es hoy, que día fue ayer, o qué fue realmente lo que me pasó.
Llegó Marina, nos quedamos charlando hasta muy tarde. Y me quedé dormida.
¿Por qué no estoy muerta? ¿Quién me dio una segunda oportunidad? Quiero llorar, quiero caminar, quiero estar sola. No quiero estar internada. Quiero volver a mi casita. Quiero estar con mis amigas.
Quiero.


***
Aquello que acaban de leer lo escribí casi inconsciente días después del suceso. Le arreglé las faltas de ortografía a aquel ensayo ilegible. Algunas frases eran indescifrables y sin embargo me entiendo. ¡Qué ilusa! ¡Pensaba que iba a verlo a Alejandro! ¡Pensaba que la internación significaba quedarme dos días en la cama!
Lo cierto es que, después de haber recopilado información pude ver con más claridad lo que había sucedido. Después de tomar las pastillas y de cortarme el pelo dolorosamente, afeitarme la cabeza y las cejas, me quedé dormida en la más profunda de las muertes. Todavía tengo miedo de preguntar detalles acerca del suceso pero creo que puedo recomponer la historia sin tener que hacer pasar a los demás por tan angustiante trajín.
Pilar me contó cómo fueron las cosas. Su versión dice que a la mañana siguiente alguien me llamó por teléfono insistentemente y yo eventualmente atendí. No entendieron lo que les dije. “¿Estás bien?” me preguntaron y yo contesté: “Sí, a la tarde hacemos las llamadas del documental” o algo por el estilo. Pilar se preocupó así que fue a mi departamento. “Toqué timbre durante una hora. Una hora en serio. No atendías hasta que por fin lo hiciste. Me dijiste que bajabas a abrirme y sin embargo te demoraste sesenta minutos más. Yo te esperé pacientemente mientras tocaba el timbre”. Me esperó y finalmente bajé: pelada, sin cejas y con la ropa, los brazos y la cara ensangrentados. “Estoy bien”- le dije. “Vayamos a tomar algo”. Pilar no entendía nada, me pedía el teléfono de Néstor o de mi mamá o de Alejandro pero no se los daba. No porque no quisiese sino porque estaba en una realidad paralela donde Pilar no existía y esos nombres masculinos no me sonaban familiares.
Fuimos a algún lado. Nos sentamos y pedí un daikiri de frutilla. Llamé a Alejandro mientras Pilar lloraba y me preguntaba “¿qué te hiciste?”. Yo no podía hablar, no me salían palabras coherentes. Creo que Pilar habló con Néstor porque lo próximo que recuerdo fue estar en su consultorio. No sé cómo llegamos allí. Más tarde Pilar me contó que mis padres me fueron a buscar a lo de Néstor y que la llevaron a su casa en Caballito. Yo no sé qué me pasó.
Cuando volví a abrir los ojos estaba en un hospital y un enfermero me sacaba sangre. La gente me miraba extrañada: no todos los días se ve a una muerta viviente. Cuarenta y siete kilos de penumbras y abandonos, de sangre coagulada. Un ser asexuado, sin vida, sin cejas, sin pelo.
La bruja Sabrina quiso internarme en un instituto psiquiátrico pero Néstor (gracias, Néstor) les hizo caso a mis padres que pedían a gritos desmedidos que me internasen en casa. “Solo si siguen las reglas”. No podía salir, ni podía estar sola. No podía siquiera ir a la pileta o al jardín o ir al baño. Siempre alguien estaba al lado mío. Para cuando abrí los ojos no estaba completamente recuperada: ya estaba en casa pero no entendía por qué estaban tantos familiares allí reunidos. Pensé que era un cumpleaños, pero… ¿Quién en mi familia cumple años en abril? Nadie. No podía ser un cumpleaños porque no había más que caras grises y personas que iban y venían con los ojos apagados. Y después doctores de toda clase que me preguntaban cosas, que se sentaban a hablar conmigo, que querían explicarme que la vida era bella. No sabía qué era la vida, no concebía el concepto de belleza y no entendía que estaba pasando al lado mío. Me quedaba dormida siempre.
Sabrina y Néstor venían a casa religiosamente todos los días. Con el correr de los días Sabrina dejó de venir tanto pero Néstor se mantuvo firme. No había feriados para él: “que estés en tu casa no quiere decir que no estés internada”. Venía los domingos, los sábados, los viernes, los jueves, los miércoles, los martes y los lunes.
Una de las ventajas de no estar en un instituto mental era que existía Internet y que podía seguir hablando con Alejandro en cuanto recuperara la noción de existencia. No tardé en querer contactarme con él. Esta conversación no va a ser fácil de entender porque yo no sabía que estaba internada, yo pensaba que nada había pasado, que estaba en casa como cualquier día normal. Incluso le pedía que nos encontrásemos en un bar. Nunca una conversación tuvo menos coherencia que esta. Alejandro tampoco sabía qué había pasado pero tenía pocas noticias que le habían llegado de Pilar.
23 de abril de 2004
- Ya que no me atendes el telefono, podemos hablar por acá?
- te vuelvo a repetir, me parece que no es lo mas conveniente que nos veamos
- mirá, te entiendo, pero quiero darte tus cosas. Quiero verme una sola vez más. Discos tuyos, pavadas. Quiero verme, cinco minutos en un bar, en algun lado. No me hagas aparecer mañana en tu laburo.
-no creo que sea necesario que me devuelvas mis cosas. De vos me preocupa tu estado más que mis cosas que tenes.
- Quiero verte, ayudame
- Mi forma de ayudarte no hizo más que llevarte al borde del quiebre total. Sin dudas no sirvo para ayudarte.
- Solamente con verte me quedo tranquila y no te jodo más
- No me molesta que “me jodas” me molesta que sigas bajando de peso, por no comer, tomando pastillas, aislándote, teniendo tendencias suicidas, agrediéndote.
- Bueno, ¿nos podemos ver hoy a la noche? Me tomo un tren a monte grande. Hago cualquier cosa. Necesito verme. Verte.
- No voy a estar esta noche, tengo el cumpleaños de un amigo
- Dame la dirección de tu amigo, no me importa. Toco timbre, bajas, te digo lo que te tengo que decir y chau.
- No entiendo la urgencia. ¿Qué pensas hacer?
-Verte, charlar, que nos amemos como antes, que entiendas mis razones y yo las tuyas. Un café, una mesa, dos sillas, vos y yo. Hablando y sin retarme. Yo te escucho, te explico. No es tan complicado.
- Vos no me escuchas, sino no estarías en este estado. Te pedí por favor que pararas.
- Voy a parar. Antes quiero verte.
- Dejá de hablarme como una suicida
- Te juro por mi vida que cuando te vea paro con todo eso.
- Y no jures por tu vida, no me tomes por idiota.
- Necesito verte. ¿Hoy vas a la facultad? ¿Te veo cinco minutos en un recreo?
- ¡No!
- Es un segundo. Después de la facultad te espero en casa ¿dale?
- No me parece que tengas que estar en tu casa y menos sola.
- ¿Podemos hablar? Te voy a buscar al trabajo si es necesario.
- ¿Podes parar un poco y leer lo que escribo? Tu urgencia me enerva
- Tu desinteres a mi tambien. No tengo tiempo, por favor arreglemos ahora.
- No quiero verte porque es contraproducente.
-No es contraproducente, llamala a pilar y preguntale cómo es mi cara cuando te veo, preguntale si no cuento los días que faltan para verte. Necesito verte, me estoy muriendo. Quiero verte y me alivias, flaco. Cinco minutos. Un minuto. Medio minuto. Me rebajo más de lo que un ser humano es capaz. Necesito verte.
- Bueno, mañana a la noche. ¿Donde estás ahora?
- En la casa de mis viejos.
- ¿Tus padres qué opinan de tu estado? ¿Tu pelo?
- ¿Qué tiene mi pelo?
- ¿Qué le hiciste? ¿Ayer fuiste a la peluquería no? Lo decía tu contestador. ¿Qué hacen en tu casa por vos? ¿Tu mamá? ¿Tu papá? ¿Te siguen ignorando?
- ¿Qué querés decir? ¿Qué tendrían que hacer por mí?
- Si yo fuese tu padre (que casi soy) estaría loco intentando ayudarte. Ya que no hicieron nada antes, por lo menos no dejarte sola para que puedas drogarte, darte cariño y contención, preocuparse por tu salud y por tu vida.
- ¿Nos vemos el sábado?
- Sino la cosa es muy sencilla, hago una denuncia por intento de suicidio y abandono de persona y te van a internar y me voy a meter en problemas con tus viejos.
- Mis viejos están preocupados. No los metamos en esto ¿está bien? Yo te prometo que a partir del día que te vea voy a cambiar todo. Voy a ser feliz y voy a trabajar en mi documental y voy a ir a la facultad y esas cosas.
- Estoy hablando con muchos psicólogos y psiquiatras y me dicen que si es verdad que te estás tratando no lo están haciendo bien. Que estás en riesgo. Que si tus viejos no te dan bola (de hecho no lo hacen, sé que tu mamá estuvo en el documental con mirada gélida) y yo quiero hacer algo tengo que hacer la denuncia. Aunque me voy a meter en un quilombo y me van a llenar de preguntas, pero como vos no me das ni cinco de bola algo tengo que hacer.
- Flaco ¿quién es Miranda Glida? ¿Y por qué tenés quilombos judiciales?
- Mirada gélida, no “Miranda Glida”. Estás drogada, perdiste la consciencia.
- Bueno, ahora le digo a mi tía que es psicóloga que te llame y nos vemos el sábado. Te amo y vas a ver que está todo bien.

3 comentarios:

ALGUNASREFLEXIONES dijo...


Un paciente con estas caracteristicas NO es indicación internación domiciliaria,
Uso de celular, internet.
La terapia verbal con psicoanalista no alcanza.
Se necesitan terapias no verbales t.o, musicoterapia.
Las terapias grupales. La comunidad en si misma son agentes coterapeuticos.
Nestor, y me atrevo a ser poco etica en mi discurso, no puede ser complice de la paciente, de los padres que parece no se movian por la recuperacion de Cielo. Sera que la locura depositada en el cielo era mas saludable que reconocer la propia? Sera desde el momento de la concepcion que quisieron que alli se vaya....al cielo.

Unknown dijo...

No entendí cómo pudiste salir a tomar algo cuando estabas super empastillada y con cortes por todos lados, no tendrían que haberte llevado al hospital en ese momento? No importa, es sólo una duda. Es increíble la vida que tuviste que llevar adentro tuyo, no sabes cómo puedo entender lo que sentiste.

Unknown dijo...

Todo es re dudoso en este capítulo... no creo la mayoría de lo que dice...